sábado, 25 de febrero de 2012

Enseñar a aprender

Enseñar a aprender


El objetivo intelectual último del docente no es ser claros explicando, sino lograr que sus alumnos aprendan.


Evidentemente ser un buen emisor es un objetivo importante, pero no es suficiente. El profesor debe asegurarse, por seguir con el ejemplo, que está en la misma onda que el receptor.


Hay muchos escrito sobre la necesidad de ser un buen comunicador, pero son todavía muchos, especialmente en la secundaria o en el bachillerato y en la universidad, los que sólo se esfuerzan en exponer con claridad  y limitan la observación de los asimilado a unos exámenes más o menos distanciados. Aprender, para ellos, es un problema del alumno.


Las posibilidades del alumno son muy superiores a las que habitualmente ejercita; en esta convicción se apoya la educación temprana. El alumno, desde el nacimiento hasta los once años, se encuentra en una disposición extraordinaria para el aprendizaje. Sin caer en tesis conductistas, es un hecho probado que el alumno normal, con una motivación adecuada , tiene una capacidad de asimilar muy superior a lo que habitualmente pensábamos.


El comienzo de la secundaria es un momento decisivo en la vida del alumno. Se requieren una serie de hábitos, virtudes, valores y destrezas sin las cuales su desarrollo intelectual se vería frenado. Estos factores, si bien continuarán desarrollándose ahora, se han debido cultivar desde años atrás. 


Se ha trabajado bastante y se han abierto caminos importantes en los métodos de enseñar a pensar. Todo esto, siendo muy necesario, debe ir acompañado de un desarrollo sistemático y progresivo de educación de la voluntad que permita realizar el esfuerzo que ineludiblemente requieren estos métodos.


Se ha estudiado mucho el proceso de aprendizaje, pero se ha insistido poco en el querer aprender. Quizá se daba por supuesto que una motivación más o menos explícita sería suficiente para que el alumno desarrollase este esfuerzo. 


Objetivo imprescindible del profesor de secundaria debe ser enseñar a pensar, y por tanto, los métodos de evaluación deben estar en consonancia con este objetivo. Irreflexivamente es muy frecuente la inadecuación entre lo que se dice querer enseñar y lo que se evalúa. Generalmente se dedica poco tiempo a preparar los métodos de evaluación y en muchas ocasiones el examen no guarda relación con lo que decimos que queremos alcanzar.


Las técnicas de estudio no son un conjunto de fórmulas para explicar por el tutor en su tiempo de formación. Tampoco tiene mucho sentido organizar un cursillo para exponerlas. Deben estar impregnando las asignaturas. Deben formar parte de la programación ordinaria, con especial hincapié en aquellas más necesarias en nuestra área.


Un centro de secundaria que no se plantee como objetivo prioritario enseñar a pensar está desaprovechando el tiempo. 


Los centros integrados tienen la gran ventaja en la posibilidad de coordinar en un mismo centro todo el plan de formación intelectual y evolutivo que se debe transmitir -lograr que se asimile-, desde el comienzo de la vida escolar hasta el umbral del universitario.



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